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En la provincia de Teruel la Semana Santa se vive de forma apasionada. La mayor parte de las localidades, al menos las que aún tienen vida demográfica o luchan denodadamente para no perder su identidad, mantienen las diferentes tradiciones que las han definido. Son ritos surgidos a raíz de siglos y siglos de intensas relaciones particulares con lo divino que, en algún caso, despiertan un especial interés.

Pero más allá de las peculiaridades, buena parte de la provincia de Teruel, en Semana Santa, se mueve al ritmo del tambor y el bombo. Su sonido forma parte ya de la tradición en numerosas poblaciones de la provincia, con más o menos recorrido histórico o raigambre popular. Las más conocidas de estas manifestaciones apasionadas se concentran alrededor de tradiciones seculares, bajo la denominación de Ruta del Tambor y el Bombo. La conforman nueve pueblos: Albalate del Arzobispo, Alcañiz, Alcorisa, Andorra, Calanda, Híjar, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Urrea de Gaén. Juntos configuran una fiesta declarada de Interés Turístico Internacional.

 

rompida de la hora Calanda
Concentración de tambores y bombos en Calanda. (Foto: Jorge Escudero)

 

Además de estos nueve, el Consorcio Nacional de Tambores y Bombos, que reúne a 22 municipios en los que se fomenta la cultura de estos instrumentos de toda la geografía española, reconoce a otros dos núcleos turolenses: Teruel capital y Valderrobres. Allí los tambores y bombos también son parte fundamental de sus programaciones de Semana Santa.

 

Patrimonio Inmaterial

Desde el año 2019, los toques de tambor y bombo que suenan en estas localidades, a los que la UNESCO denomina «tamboradas», han sido reconocidos como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Claramente, los tambores y bombos que suenan en la provincia de Teruel son tradiciones o expresiones vivas de una cultura heredada de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes. Y, además, es un rito que emociona y apasiona tanto a los que lo practican como a los que lo ven, lo oyen e, inevitablemente, lo sienten.

El sonido de decenas o centenares de tambores y bombos, a los ritmos lentos y solemnes que marcan las procesiones, tiene la capacidad de emocionar o, al menos, imbuir al que los escucha en la seriedad del momento. Te dejas llevar por la banda sonora hipnótica y los ojos se quedan fijos en el fuego de las velas o las caras inertes de las figuras de los pasos. También se cruzan las miradas, en algún momento, con los penitentes, generalmente desfilando con la cara tapada. El no saber quién es o qué es lo que está pensando, consigue ruborizarte. De hecho, resulta difícil aguantar esas miradas.

 

Procesión en Alcorisa, en la Ruta del Tambor y el Bombo.

 

Además de las procesiones, las distintas programaciones de Semana Santa con tambores y bombos incorporan otros actos más profanos. Como las exaltaciones de los toques entre los distintos grupos, los pueblos o las cofradías, donde demuestran su habilidad con los palillos y mazas. Si coincidís con alguno de esos actos, escucharéis composiciones prodigiosas. Por momentos no podemos dejar de preguntarnos cómo son capaces de repicar así, con semejante perfección y a ritmo tan trepidante. 

 

Rompida de la Hora

Los actos con tambor y bombo más populares y multitudinarios son las ya imprescindibles «Rompidas de la hora». Con un carácter más lúdico que espiritual, se celebran en ocho de las nueve localidades de la Ruta del Tambor y el Bombo (excepto Alcañiz), en Valderrobres y en Teruel. Todos los instrumentos parten desde el silencio para tocar al unísono, en una explosión sonora que estremece las plazas y también los cuerpos. El acto quiere revivir el sismo que movió Jerusalén tras la muerte de Cristo: recrea el ruido y también el temblor que hace vibrar hasta las paredes. Como decía el cineasta Luis Buñuel, natural de Calanda y tañedor habitual en las rompidas,  provoca un «estremecimiento físico, exento de toda razón».

 

tambores y bombos en teruel
Rompida de la hora en Híjar. (Foto: Jorge Escudero)

 

La Rompida de la Hora da paso a otras horas y horas de toques, solo interrumpidos por las procesiones. Son los momentos más distendidos entre los tamborileros, reunidos por cuadrillas y dando buena cuenta de la bebida y la comida en las calles, los bares o las bodegas. El visitante puede, entonces, terminar de completar su experiencia pidiendo un tambor o un bombo para redoblar o golpear la piel, mezclándose con los cofrades y vecinos apasionados. Se pasa realmente bien y uno acaba, sin saber muy bien por qué, queriendo tocar durante horas sin parar.

Así que, ya lo sabes, el estruendo de los tambores y bombos de la provincia de Teruel debería ser una experiencia para vivir, al menos, una vez en la vida. Si no eres demasiado sensible con el oído, claro. Piensa que estarás convirtiendo una costumbre declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

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